Ludditas Sexxxuales: Ética amatoria del deseo libertario
Leonor SilvestriFracasamos. Una y otra vez. En la organización de un llamamiento que nos brindara un amparo contra el escarnio, la injuria, la blasfemia y la soledad afectiva de este mundo hecho de parejas y heterosexuales, matrimonios y familias, diversas y no tanto. Fracasamos. En la creación de ese otro mundo, uno donde las piratas se encuentren y se conviden. Por el camino recolectamos armas y pócimas, nos hicimos fuertes y nos volvimos presente para vivir una vida solitaria y alegre, devenir Spinoza. Contamos, entonces, con la firme convicción, es decir, nos afirmamos. Lo que ya no deseamos y no sabemos, nunca sabemos, siempre sabemos, que no sabemos lo que vendrá -y qué bueno que así sea vivir en la incertidumbre-, reconocemos la grandiosa soledad que supimos construir con este texto y que sustrae nuestras cuerpas de las sociabilidades envenenadas de esta comunidad terrible que ya se despobló de afectos y alegrías, de este desierto empobrecido afectivamente y desarmado corporalmente al cual se nos ha arrojado sin ningún tipo de consentimiento en una existencia que, pese a todo, disfrutamos hasta en sus dolores.
Ya no usamos este libro como antídoto ante todo lo apestoso de este infierno. Hemos dejado de creer en él en pos de reivindicar la soledad radical para detener el juicio moral con un golpe seco que quiebra un hueso. Por eso, finalmente, lo hemos vuelto criticamente político y temerariamente subversivo, superviviendo, mutantes y orgullosas, huérfanas excomulgadas, hasta de nuestros propios órdenes.