La trampa humana

Ralph Prescott es un abogado cuarentón que ha vivido entre papeles, refinamientos y comodidades. Cierto día la civilización le da un sacudón a su sistema nervioso y las luces, los teléfonos y el agente de tránsito, las cenas de negocios, en fin, la vida actual lo abaten y perturban. Ralph encuentra su aparente salvación en la optimista compañía de Woodbury, un negociante nuevo rico, con el que proyectan una excursión a las escondidas selvas del río Mantrap, en los límites fronterizos con el Canadá. Los viajeros no se entienden y en plena selva, sobre el disco plateado de la luna, se destacan las figuras de dos hombrecillos airados que discuten frenéticamente por tener conceptos distintos del humor. Ralph halla a un traficante de pieles, Joe Easter, rudo, noblote y magnífico amigo que lo lleva a su cabaña. Allí está Alverna. La joven señora Easter, ex-manicura, coqueta, hogareña, cándida y sútilmente femenina atrapa a Ralph cual «trampa humana» haciéndole olvidar sus atavismos, sus rígidas costumbres y hasta su elevado e inamovible sentido del honor.